Los emprendedores son, por necesidad, profesionales altamente resilientes. Poner en marcha una iniciativa empresarial y llevarla adelante, requiere una gran capacidad para encajar las dificultades y superar malos momentos. De hecho, los datos indican que 9 de cada 10 startups, fracasará. Es un dato relevante y útil cuando se va a emprender un proyecto porque el realismo también debe ir asociado a la creatividad y al entusiasmo.

Los expertos indican que los motivos de estos altos niveles de fracaso son identificables y comunes a muchas de las startups que abandonan el mercado. Conocerlos tiene interés y puede prevenir algunas complicaciones.

Centrarse solo en el producto

Muchos emprendedores centran sus esfuerzos y recursos en el desarrollo de un producto tecnológico potente, muy completo en cuanto a funcionalidades y requerimientos, olvidando por completo su mercado.

Este derroche de creatividad y energía en la creación de un producto o servicio, no tiene ninguna utilidad si nadie quiere comprarlo. El proceso debe realizarse a la inversa: el análisis de las necesidades del mercado es el factor que debe activar el desarrollo.

Es imprescindible que los procesos creativos iniciales incorporen en su hoja de ruta la definición y comprobación de que el desarrollo tiene el retorno esperado a nivel de negocio.

Obviar las necesidades, complejidades y tiempos de desarrollo

En ocasiones, una buena idea, para la cual se confirma que hay una demanda en el mercado, fracasa porque la planificación y el diseño iniciales son superficiales e incompletos, debido a la urgencia que algunas empresas imponen a la puesta en marcha del desarrollo.

Olvidar cuestiones como la seguridad, la escalabilidad, las ampliaciones o el mantenimiento generan un lastre muy perjudicial y son motivo de fracaso y decepción para los clientes y los tecnólogos.

Una buena planificación y análisis de las circunstancias que rodearán al desarrollo y funcionalidad del producto permite mejorarlo y tener los riesgos controlados.

Fallar en la definición del MVP

El MVP (mínimo producto viable), requiere una ajustada definición porque debe cumplir a la perfección con el concepto que representa: un desarrollo lo más simple y lo más funcional posible.

El exceso y el defecto en su definición son aspectos problemáticos por razones obvias: podemos estar invirtiendo demasiados recursos y tiempo de los necesarios o se puede lanzar un desarrollo que no cumpla con la función para la que se diseñó.

No está de más recordar en este punto, que un producto o parte de él puede construirse integrando elementos ya existentes. La negociación con sus proveedores implica, a menudo disponer, como un mínimo esfuerzo, de un producto fiable.

Ignorar los aspectos no tecnológicos

Si el emprendedor, como es muy habitual, es un ingeniero puede dejar en un segundo plano todas las cuestiones que no están directamente relacionadas con la tecnología. Las estrategias comerciales y de márketing, así como los aspectos relativos a la financiación y a la gestión de la empresa en general, son esenciales.

En las startups de éxito los responsables entienden que, por encima de todo, deben dedicarse a la empresa y no únicamente al control del desarrollo.

Aplicar criterios poco profesionales en la selección del equipo

El equipo es fundamental en cualquier organización empresarial pero, a menudo, en las startups, los criterios de selección se ajustan a cuestiones de proximidad personal más que a criterios profesionales. Así, puede ocurrir que se den casos de incompetencia, falta de experiencia o que no se cubran roles específicos por cuestiones de presupuesto.

Un equipo responsable y motivado, profesionalmente capacitado y con adaptabilidad a un entorno inestable, con frecuentes procesos ensayo-error, es una de las claves fundamentales para el éxito.

La externalización permite cubrir necesidades muy específicas o en situaciones de sobrecarga del equipo. Contar con un proveedor de recursos de alta eficacia y eficiencia como Nakima es muy útil en el escenario cambiante propio de las startups.